Posteado por: rodriguezpascual | 13 abril 2011

El traje típico de Carbajales de Alba (Motivos ornamentales y otras cuestiones)


3. MOTIVOS ORNAMENTALES

Suelen ser éstos múltiples, no existiendo pautas estrictas para la selección de los mismos. Se deja, en parte, vía libre a la creatividad de las bordadoras, por lo que resulta una labor eminentemente artesanal. Según Maravillas Segura, en Bordados populares españoles, existen estos temas decorativos en el bordado de España:

– antropomorfos

– zoomorfos

– fitomorfos

– geométricos

– epigráficos o inscripciones

En la larga historia del traje de Carbajales han destacado siempre los temas fitomorfos, es decir, florales o vegetales en general. Como dice don Luis de Hoyos, se trata de una característica ornamental muy extendida en toda la zona Oeste. La encontramos con profusión en el traje charro salmantino, en el de la Rivera (frontera de Zamora con Portugal), en el del Llano o armuñés, en el de Sayago… El traje carbajalino de la mujer ofrece, cual ningún otro, un auténtico derroche de flores, hojas, zarcillos, rosas, tréboles, capullos, corazones, campanillas, tulipanes, pensamientos, azucenas, cadenetas, motas… y otras figuras geométricas difícilmente identificables.

En todos los diseños existe una inclinación hacia la estilización o geometrización. Se ha generalizado la siguiente clasificación de los motivos del bordado:

– geométricos: Norte

– naturalistas: Levante

– estilizados o geometrizados: Meseta (en ella va incluida Zamora).

En el traje popular de Alba predomina, efectivamente, los “motivos florales de carácter naturalista, de rico colorido y bordados en lana fina”. Pero la tendencia hacia la  geometrización hace que, a veces, resulten difícilmente identificables. ¿Y qué decir de los motivos animales? ¿Están ausentes, como se ha afirmado con cierta obstinación? Para responder adecuadamente a la pregunta, hay que distinguir entre el traje primitivo y el actual.

1) En el traje primitivo aparecen con frecuencia dos motivos zoológicos: 1.° La pájara o paloma, que a veces semeja un gallo, pues suele tener cresta (¿acaso por influencia portuguesa?) 2.º El león, símbolo que ya encontramos en Egipto, Persia, Grecia, Roma… y que aquí adopta la figura de “rampante coronado” o simplemente pasante. González Mena habla también de la presencia de mariposas, extremo que no hemos podido comprobar en el traje, pero que aparece de manera relevante en el fragmento de repostero carbajalino del siglo XVII, que se halla en el Instituto de Valencia de Don Juan, fundado por los Condes de dicho título. En el traje salmantino también existen los dos primeros temas de adorno: la pájara (frecuentemente paloma con rama de olivo en el pico) y el león (algunos salmantinos le llaman “perro”); tiene además el pez y otros animales como motivo ornamental, cosa que no hemos descubierto en Tierra de Alba. Tampoco hemos descubierto intenciones simbólicas ordinarias ni finalidades mágicas en las muestras que hemos analizado, a no ser en el mandil, pieza funcional destinada originalmente a preservar de la suciedad, pero que ha acumulado con frecuencia símbolos de virginidad (“huerto cerrado”) o de fecundidad (“jardín florido”).

De cualquier modo, la decoración floral o fitomorfa domina siempre el conjunto. Los animales parecen estar allí en función del decorado vegetal, recordando un poco la cerámica de Azaila. Efectivamente, suelen ir “afrontados a formaciones arbóreas más o menos realistas”. Y esto ocurre lo mismo en los dibujos del manteo y delantal, que en el realizado sobre algunas camisas. Un traje carbajalino de mujer, existente en el Museo del Pueblo Español, sirve de ejemplo a lo que estoy diciendo: las mangas de la camisa están adornadas con una especie de planta trepadora, escoltada por los citados animales, que arranca desde un jarrón colocado junto a la bocamanga y que termina a la altura del hombro, en forma de mazorca o capullo; el dibujo y la ejecución son sencillamente admirables. La planta trepadora es el árbol de la vida, de origen oriental; en otras ocasiones se pone o borda una fuente, entre dos pájaros. Pájaros y leones se repiten con frecuencia en los bordados españoles, y, de un modo especial, en los de la zona Oeste. El chaleco de niño que existe en el Instituto de Valencia de Don Juan (2.a mitad del siglo XIX), y que resulta una auténtica preciosidad, lleva decorada la pechera y dos pajaritas afrontadas en la solapa. En un manteo antiguo (¿acaso de más de doscientos años?) que posee mi familia, las pájaras están mezcladas entre las flores. Es la fusión de la vida vegetal y animal.

2) En el traje actual, es decir, en el que se confecciona sobre todo a partir de la creación del Taller-Escuela, regentado primero por la Sección Femenina y ahora dependiente del Ministerio de Cultura, han desaparecido por completo los motivos zoológicos. El deseo de uniformidad, geometría y racionalización mal entendida han conducido a un  empobrecimiento en este punto, que el mismo Taller –según parece– está dispuesto a subsanar para el futuro. Hay que evitar cualquier falsificación más o menos artística de lo popular, dice Julio Caro Baroja. Pero no se le debe impedir que viva y se desarrolle según su propia identidad.

Unas palabras, solamente, sobre otros motivos ornamentales.

En una foto de época aparece un traje antiguo de Manzanal del Barco; el delantal de una de las mujeres lleva bordado en el centro una tema religioso: la custodia eucarística. Me han dicho que existen más ejemplares con temática religiosa, incluso en Carbajales, extremo que no he logrado comprobar. Sin duda, el hecho se debe al influjo del bordado occidental o cristiano en estas tierras, no muy fuerte, pero que a veces deja constancia de su presencia. Como motivo epigráfico sólo existen –que sepamos– las iniciales de la propietaria del traje, que suelen figurar, aún ahora, de manera ostentosa en la parte superior del mandil.

4. OTROS ASPECTOS

En cuanto a otras facetas del traje popular de Alba (diseño, material, colorido, vestición…) se debe mantener también, hablando en general, la anterior distinción entre modalidad arcaica y moderna.

1) El diseño del traje antiguo es tosco y poco cuidado; los dibujos están hechos a mano, sin ayuda de “falsilla”. A pesar de estos aparentes “defectos”, la impresión de conjunto –es la que busca la bordadora– suele resultar armónica, deslumbrante y encantadoramente “naif”.

2) Los materiales de confección del traje y del bordado (lino, pana, lanas…) eran, al principio, autóctonos, y se tejían en los telares del Condado. Los colores no resultaban tan brillantes y duraderos como los actuales, ya que paños y lanas se teñían siguiendo técnicas caseras. Hoy, los materiales son importados en su totalidad; los estambres y sedas no pierden fácilmente el colorido, que es enormemente vivo, en dibujos de factura impecable. Los colores utilizados desde siempre han sido el rojo, el azul-turquesa, el amarillo y el verde. En la época actual ha ido incrementándose la riqueza cromática: azul, morado, blanco, negro…, sin que pueda faltar nunca el color rosa. El colorido del bordado se combina o conjuga con el del lienzo o pañosoporte, que también es múltiple. Las diversas combinaciones se dejan a la iniciativa de las bordadoras.

3) Características. En todo caso, el bordado carbajalino ha mantenido algunas  características a lo largo del tiempo. Mª Ángeles González Mena las resume así: “El estilo del bordado es macizado y huye del espacio vacío”. Incluso se llega a ornamentar los zapatos. Se trata de un rasgo de origen oriental.

4) La vestición. Es todo un acontecimiento social, convenientemente ritualizado. Cualquier carbajalina recuerda con emoción el día que vistió formalmente por vez primera el traje. Suelen ayudar, en este importante momento, la madre, los familiares, las amigas. La ceremonia dura frecuentemente más de una hora. Las carbajalinas están convencidas de que sólo ellas saben vestir, en la actualidad, el traje; otros pueblos del antiguo Condado han ido perdiendo poco a poco la tradición. Por supuesto, nunca ha existido ésta en los demás sitios, como Zamora, Madrid… Las carbajalinas aprenden a vestir el traje desde muy pequeñas.

5) El “aire”. Si poner bien el traje es tarea difícil, más lo es llevarlo con garbo y “aire”. Ese aire –que sólo captan las de la tierra– da verdadero sentido al traje. Luis Cortés lo entiende también así en uno de sus sonetos zamoranos. Después de describir la belleza exuberante del traje de Carbajales, termina con estos dos tercetos:

Mas fuera todo vana sinfonía,

logro tenaz de rica artesanía,

si no inflamara el aire

el cabrilleo de atuendo tan gentil,

con el avío que las mocitas dan

a su meneo, garboso andar y noble señorío.

También Ignacio Sarda, el vate llorado de la tierra, lo interpreta de parecida manera:

Cara redonda y morena

ojos de fuego y poesía

en que es llama la alegría,

en que es ceniza la pena.

Carne brava, siempre llena de baile,

ardores y brillos que aprisiona los justillos

y va en aires y voleos al garbo de los manteos

y luces de picadillos (Carbajalina).

6) Ocasiones en que se viste. No se ha formalizado ningún “día del traje” durante la historia del pueblo. Sin embargo, en algunas circunstancias ha sido habitual el uso del mismo: a) En las bodas, a lo largo de los días que duraban y con ocasión de los diversos bailes que se organizaban (el traje, como dijimos antes, ha ido siempre estrechamente unido al baile) b) Durante el Corpus y Octava: ofrenda de chocolate con marimón, baile en la puerta de los mayordomos… c) Carnaval: algunas personas lo lucían, sobre todo, el martes por la tarde d) Circunstancias especiales: visitas, concursos, fiestas familiares, actos socio-políticos…

7) Las bordadoras o artesanos. Si a partir de los siglos XV y XVI (época áurea del bordado español) se mecaniza éste, el siglo XIX representa “un retorno a la labor casera… Esta labor se feminiza… Reina el matiz sobre los demás procedimientos”. (Floriano Cumbreño, A. C., El Bordado (Barcelona 1945) 166.)  En Carbajales, donde siempre predominó el trabajo artesanal, aprenderán a bordar y elaborar el traje casi todas las mujeres. Aún hoy son pocas las que no saben bordar, con mejor o peor técnica. Lo hacen en casa, en las calles, en las plazuelas, en el Taller… Sin embargo, siempre han existido personas y aun familias especializadas en la materia. Coplas populares muy añejas, reconstruidas por “Cadelo” con testimonios de los viejos del lugar, nos hablan de “La Corrales” y “La Guardesa”:

El traje de Carlinda

costó seis reales,

que pagaron los duques

a “La Corrales”,

y el de Teresa

primoroso en colores

a “La Guardesa”.

A finales del siglo pasado existieron también algunas bordadoras muy famosas: “Las Cucas” (dos hermanas) y “La Miguelista”. En la actualidad podemos citar a “Las Borregueras”, a “La Bolina”, a “La Morica”, a Hortensia…

8) Éxito. La entrega casi comunitaria a la confección artesanal del traje explica la presencia del mismo en gran parte de los hogares carbajalinos. Es una arraigada aspiración del grupo –del residencial y del emigrado– poseer al menos un traje típico, y transmitirlo “vía femenina” a las siguientes generaciones. En la actualidad, muchos lo encargan al Taller. De éste salen trajes y bordados –ya comercializados– hacia los cuatro puntos cardinales de la Península y algunas partes del extranjero: Francia, América… Del éxito de dichos artículos da fe el periodista Manuel Vicent cuando, en un escrito reciente, afirma que allá por los años sesenta era corriente y de buen tono lucir en las casas españolas un bordado zamorano de Carbajales. Precisamente, dicho éxito determinó la creación de otros talleres en la provincia de Zamora (Toro, Corrales del Vino y Villamor de Campos), que siguen la técnica y estilo de la escuela carbajalina, aunque con resultados poco convincentes para los aborígenes de Alba.


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